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Proyecto Cultural Mictiuh para el Día de Muertos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Daremo Producciones



La muerte

Según Mictiuh


Mictlantecuhtli
te asustas de la mortaja y te abrazas al difunto







Breve vistazo al concepto biológico de la muerte
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Para mantener la existencia debemos dejar paso a las nuevas generacionesSuceso obtenido como resultado de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis, es decir que se detiene la característica en un organismo vivo, mediante la cual se regula el ambiente interno para mantener una condición estable y constante.

Esto sucede por la degradación del ácido desoxirribonucleico (ADN) contenido en los núcleos celulares, la réplica de las células se hace cada vez más costosa, hasta llegar a un punto en el que se vuelve insostenible.

 

La vida puede producir muchísimos más organismos de los que podrían sobrevivir con los recursos y el espacio disponibles; la muerte programada después de la reproducción asegura que esos recursos sirvan a una nueva generación.

Breve vistazo a la idea prehispánica de la muerte
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La entrada al MictlanLa mayor parte del conocimiento prehispánico de México que tenemos se debe a las fuentes de la cultura nahua-culhuacana, usualmente conocida como Azteca, gracias a ella conocemos en detalle varios de los aspectos referentes a la muerte; de ahí también se considera erróneamente que estas ideas estuvieron presentes en todas las culturas prehispánicas durante todo el tiempo en que existieron.

Otro error común es tratar de argumentar que la celebración de Fieles Difuntos y Todos los Santos se haya producido para ajustarse a las festividades prehispánicas de la muerte, igualmente erróneo es decir que el Día de Muertos es de origen prehispánico.

Aún hoy día hay quien no se decide por la razón de la íntima e intrínseca presencia de la muerte en las culturas originarias de México. No se trata de miedo ni respeto; es todavía más que eso, es más profundo, complejo e interesante de lo que podemos siquiera imaginar, porque esto corresponde a todo un sistema de pensamiento que ha desaparecido o se ha modificado desde la conquista, pero sin definirse por ella, y ha vuelto a transmutar con cada estadio de la historia mexicana, y es el vórtice originario que da su fuerza y anima al Día de Muertos.

Acaso puede uno acercarse a una definición prehispánica de la muerte mediante la enumeración de los elementos más significativos, pero como aquí sólo se trata de un breve vistazo veremos algunos.

Como lo indica la Cosmogonía Mexica eran tres los componentes del ser humano: el tonalli, ubicado en la cabeza; el teyolia, en el pecho y el ihiyotl, en el vientre, cada uno de ellos tomaba una existencia diferente y finita cuando acontecía la muerte, de esto se deduce que no existía el concepto de alma, ni de inmortalidad.

Estas esencias podían ir a lugares diferentes, dependiendo de la causa de muerte, y no por soportar un castigo o una recompensa debidos a los actos cometidos en vida.

La muerte era un entidad indisoluble de la vida, y hay manera de explicarlo con palabras y argumentaciones, pero nuestra estructura occidental de pensamiento nos impide palparla directamente, aunque no es imposible lograrlo.

Breve vistazo a la idea novohispana de la muerte
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El alma sufre castigosLa llegada de los españoles al territorio que hoy conocemos como México, y la posterior lucha de conquista, nos marcaron pero no nos definieron. Hoy, cerca del Bicentenario de la Independencia debemos aceptarlo: México no se define a partir de este hecho.

Con los españoles en América nuevas ideas acerca de la muerte se implantaron. El sistema de creencias hispano de los conquistadores, sustentado en el catolicismo, modificó ritos y cosmovisiones.

El fenómeno más interesante fue el surgimiento de una vida mucho más larga, es decir, se sembró la idea del alma, y el destino de ésta se determinó en atención al bien y al mal, al comportamiento de una ética cristiana basada en las buenas o en las malas acciones que se hubiesen realizado en vida. Las regiones a las que iban los muertos en la mitología mexica, se sustituyeron por el cielo y el infierno, cambio que traería consigo una diferente valoración del concepto de la muerte.

Es en esta etapa de la historia de México que comienza a celebrarse el Día de Todos los Santos y el de Fieles Difuntos, producto de la larga historia de sobrevivencias paganas de Europa que la iglesia romana se vio urgida a reconocerlas y transformarlas, para después exportarlas al mundo, llevadas por la expansión del, todavía joven, modo de producción capitalista.

Breve vistazo a la idea urbana de la muerte en México
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Aparecidos y fantasma de la memoriaLa fiesta del Día de Muertos en México entre los grupos indígenas es un momento de reunión de toda la familia, tanto vivos como muertos, con lo cual se fortalece la identidad, además de las relaciones sociales interfamiliares y comunales.

Pero en el lapso de la última década, en las regiones urbanas de México, el Día de Muertos ya no sucede de la misma forma.

Las familias continúan visitando el cementerio, para limpiar la tumba y llevarles flores a sus seres queridos fallecidos, pero son menos los que se quedan durante la noche. La ofrenda de Día de Muertos es otro elemento que ha disminuido o se ha transmutado; en estos tiempos es poca la gente que conoce los elementos que la conforman, se les escapa la inmediata idea de que se trata de una mesa que invita al alma del difunto para confortarlo y regodearlo con las cosas que le gustaron en vida.

En cambio se presentan múltiples festivales y eventos culturales en donde predomina una mutación de la ofrenda, en la que persisten elementos visuales derivados de la gráfica de Guadalupe Posada, que han sido estimulados por la estética del folklore nacionalista que impulsó el régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuando tenía la hegemonía del gobierno.

Otro cambio en la idea de la muerte, en las regiones urbanas, se debe al incremento de la violencia en el discurso de los medios de comunicación, que lo utilizan para arengar acciones punitivas contra los delincuentes, soslayando el hecho de que la solución se encuentra no en la renovación de la pintura del andamiaje, sino en la destrucción de la estructura misma, refiriéndonos al proceso de trabajo predominante.

Este es un punto sustantivo para Mictiuh, ya que la idea de la muerte adquirió un matiz mucho más violento, acercándonos a una esencia mucho más fuerte y amenazante; produciendo varios efectos, entre ellos el rechazo a pensar en la muerte, el acercamiento al Halloween comercial y la simple apreciación cultural y no sensitiva del Día de Muertos.

La muerte para Mictiuh
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Arribaré al tema con esta breve narración budista:

Una pobre viuda que vivía en los tiempos del Buda, tenía un hijo al que adoraba. Un día su hijo enfermó y murió, y ella, loca de dolor, se negó a enterrarlo y lo llevaba consigo a todas partes sin hacer caso de las palabras de consuelo y resignación que la gente le dirigía.

Alguien le dijo que el Buda estaba en un bosquecito cercano a la ciudad con sus discípulos. La fama del Buda se había extendido por todas partes, y era considerado un gran santo capaz de hacer los mayores milagros. La pobre viuda llegó con el cadáver de su hijo ante el Buda y echándose a sus pies le rogó, entre sollozos, que le devolviera la vida. El Buda dijo:

-Le devolveré la vida a tu hijo a condición de que traigas un grano de mostaza de una casa de la ciudad en donde no haya muerto nadie.

La viuda, llena de esperanza, partió para la ciudad y empezó su búsqueda. En ninguna casa le fue negado el grano de mostaza, pero:

-Mi madre murió hace un mes… -Mi suegra expiró la semana pasada… -Ayer hizo un año que murió mi marido…

No encontró ni una sola casa en donde no lamentaran la muerte de alguien. Cuando la última casa del pueblo cerró a sus espaldas, no había podido conseguir aún el grano de mostaza. Al anochecer llegó hasta el Buda. Iba sola, llorando dulcemente.

-¿Y tu hijo? ¿dónde lo has dejado? Le preguntó el Tathagata envolviéndola en una mirada compasiva.

-Mi hijo ya no existe. Ha muerto y le he enterrado junto a su padre. Ya he comprendido, Maestro. ¡Por favor!, ¡enséñame!

Y el Buda la acogió en su Sangha, y desde entonces hasta su muerte fue su discípula.

Más de uno señalará lo extraño, incongruente e incluso contradictorio que es comenzar con un texto budista. Mucho podría argumentar, pero no quisera yo abusar de la retórica.

Diré solamente dos cosas al respecto:

  • El budismo representa para mí la vía más clara hacia la comprensión profunda de los fenómenos de la existencia, pues no se trata de una religión que exija cumplir preceptos, sino que invita a descubrir la vía correcta, siendo esta la que no daña a nadie, ni a uno mismo.

  • Tengo la percepción de que la naturaleza de las culturas originarias del territorio que ocupa México (es decir, las llamadas culturas prehispánicas) está más próxima a la lógica oriental que a la occidental, y en esto no soy yo el primero en señalarlo.


Dicho esto, lo siguiente va a título personal, para mí, Héctor García Francisco (presidente de Daremo Producciones), la muerte es una ilusión.

No se confunda esta idea con el posmodernismo actual, imperante en todos los ámbitos sociales. Si la muerte es una ilusión, la vida también lo es. Por tanto nada importa, nada tiene sentido excepto el presente y el máximo disfrute hedonista de éste. El budismo no es posmodernismo. El budismo es una herramienta para conocer la realidad, incluida la social, porque con el budismo observamos cada fenómeno tan profundamente hasta revelar su propia naturaleza, así llegamos a entender el verdadero compromiso con la humanidad y el mundo.

Ahora ilustraré con otra idea, tomada del libro "La Muerte es una Ilusión", del monje
vietnamita Thich Nhat Hanh:

Nada nace, nada muere

Lavoisier, un científico francés, declaró en una ocasión: Rien ne se crée, rien se se perd. “Nada nace, nada muere.” A pesar de ser un científico y no un practicante budista, descubrió la misma verdad que el Buda halló.

Nuestra verdadera naturaleza es la naturaleza del no-nacimiento y de la no-muerte. Sólo cuando percibimos nuestra verdadera naturaleza podemos trascender el miedo que nos causa el no-ser, la aniquilación.

El Buda dijo que cuando no se dan todas las condiciones necesarias, algo se manifiesta y entonces decimos que existe. Pero cuando fallan una o dos condiciones, aquello ya no puede manifestarse del mismo modo y entonces decidimos que no existe. Según el Buda, calificar algo de existente o inexistente es un error, porque en realidad no hay nada que sea totalmente existente o inexistente.

El televisor o la radio nos lo demuestran claramente. Podemos estar en una habitación en la que no haya un televisor o un aparato de radio y mientras estamos en ella, creer que los programas televisivos o radiofónicos no existen en esa habitación es un error. Pero todos sabemos que el espacio de la habitación está lleno de ondas, las ondas de estos programas existen en cualquier parte. Sólo necesitamos una condición más, un aparato de radio o un televisor para captarlas y manifestarlas. Sólo parecían no existir porque las causas y condiciones no eran suficientes para que el programa de televisión se manifestara. Por eso en aquél momento, en aquella habitación, decimos que no existen. Pero es incorrecto decir que algo no existe sólo porque no podamos verlo. Es nuestra idea del ser y del no-ser la que nos confunde, la que nos hace creer que algo existe o no existe.

Las ideas del ser y del no-ser no pueden aplicarse a la realidad.

En concreto, para Mictiuh, la muerte debe ser una presencia sin definiciones, pues enmarcarlo rígidamente no hace otra cosa más que angustiarnos con sus bordes y límites.

Todo fenómeno está vacíoLa muerte es un evento tan intrínseco a nosotros como lo es nacer, respirar, comer, vivir.

Mictiuh concibe la idea de la muerte-vida, como un concepto completo, total, abarcante del todo, de la existencia.

Todo el tiempo nos enfrentamos a la muerte-vida, nos enfrentamos al cambio de ciclos en nuestras vidas, terminamos una relación amorosa, terminamos una tarea asignada, terminamos un episodio de la vida; y así mismo, en el mismo instante, sin que haya pausa alguna, estamos ya en otro período, cuando entendemos esto a profundidad, vemos que también la idea de los ciclos o períodos es ilusoria.

 

 

Ahora, para ilustrar mi siguiente punto, parte de otro texto budista:

Un día, un monje llamado Hsiang Yen visitó al Maestro chan Wei Shan, y le pidió que le enseñase.

-He oído decir que eres el sucesor del venerable Maestro Pai Chang y que tu vivo ingenio es capaz de dar diez respuestas a una sola pregunta y cien respuestas a diez preguntas. ¿Es esto cierto? Si es así, dime –preguntó el maestro, ¿cuál era tu rostro original antes de que tus padres te engendraran?

Hsiang Yen no supo que responder al Maestro.

La historia no termina ahí, pero basta para poder apoyarme a contar lo siguiente:

En el 2005 hice una especie de viaje iniciático, visité varias ciudades del sureste mexicano; estando en Oaxaca, comiendo en una fonda cerca del centro, presencié un hecho que no puedo definir todavía.

Estaba terminando mi guisado cuando en la mesa de enfrente se sentó un joven que definitivamente se parecía a mí, eso no es tan extraño si digo que mis orígenes también son oaxaqueños, lo intolerante del asunto es que era exageradamente parecido al yo de mi adolescencia primera: la misma complexión, mirada, rostro, corte de cabello; en suma... todo. Aquél joven tampoco pudo evitar notarlo, él sabía que estaba mirando su futuro.

Años después, un día que tenía cambio de ôbi (cinta) de Karate Do, decidí entrar a comer en un tranquilo café chino cerca del metro Ermita. Mientras masticaba lentamente llegó una chica de ojos tristes, que a todas luces era una obrera de la zona, algo llevaba en el alma que la mostraba melancólica.

Entonces me acordé de mi madre, a la que le encanta contar historias, sobre todo anécdotas de su juventud, y vino a mi mente una en particular: cuando joven trabajó en una fábrica de suéteres en el centro histórico de la Ciudad de México; a su hora solía ir a la comida corrida con sus compañeras de trabajo, pero en ocasiones se quedaba sola y alguna vez la abordó un joven que se decía poeta; de ahí pasé a recordar historias similares sobre los dos únicos novios que tuvo mi madre antes de conocer a mi padre.

En ese punto recordé el koan antes citado: ¿cuál era mi rostro antes de que mis padres me engendraran?

Recordé al muchacho de Oaxaca y ví a la obrera de ojos tristes. Comprendí que ella era mi madre, que el joven era yo; comprendí (lo sé en mi fuero interno) que aún cuando mis padres no se hubieran conocido nunca, no habría manera de abolir mi existencia.

Yo, Héctor García FranciscoSin defender mi yo, sino viendo mi ayoidad, comprendí que jamás había nacido y que jamás moriría, comprendí que siempre había estado aquí.

Parecería simple literatura lo antes dicho, pero así ocurrió.

A la muerte no se le enfrenta, no se debe luchar con ella, se le debe dejar ser. Debemos meditarla para mirarla profundamente, tan profundamente hasta que encontremos a la vida. Tomadas de las manos, la vida y la muerte, son la misma cosa y ninguna.

El Proyecto Cultural Mictiuh para el Día de Muertos, saliendo a la calle, pretende transmitir esto, sin ser doctrinarios, panfletarios, contestatarios u obvios. Mictiuh quiere salir a la calle a hablar directamente al corazón de la gente, para aliviar el miedo y el dolor, para volver a ver que la muerte es dulce, sin importar su condición.

 

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AutorTexto: Héctor García Franciso

 

© 2008 nadie PRODUCCIONES.
Fecha última de actualización: 6 de julio de 2008
mictiuh@gmail.com